martes, 24 de abril de 2007

Progreso

Sonia Martínez Torres

PROGRESO. Designa el encadenamiento de una serie de hechos encaminados a la realización de la perfección humana, que se hace evidente mediante una valoración del pasado y la inauguración de una perspectiva hacia el futuro, estableciendo así una conjugación muy importante entre pasado y futuro. Estos son los elementos principales que caracterizan el concepto, sin embargo, detrás de ellos se desarrollo un proceso que coadyuvó a su establecimiento. Dicho proceso se conforma de dos etapas, que corresponden, a saber, a su origen y desarrollo. Se ubican respectivamente en el S.XVII, XVIII y XIX.

Los antecedentes de su origen pueden resumirse como una serie de cambios que hicieron fértil el terreno para su aparición. En la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento germinaron algunos elementos de esta idea que no prosperaron debido a,

“…la mente especulativa de los griegos no se topó nunca con la idea de progreso. En primer lugar, su limitada experiencia histórica no podía sugerirles fácilmente semejante tesis y, en segundo lugar, los axiomas de su pensamiento, sus prensiones hacia el cambio, sus teoría de Moira, de la degeneración y de los ciclos les sugerían una visión del mundo que era antítesis misma de la idea del desarrollo progresivo[…] La idea del universo que prevaleció en la Edad Media y la orientación general del pensamiento humano eran incompatibles con algunos de los postulados fundamentales que requiere la teoría del Progreso.” [1]


El nacimiento de la idea explícita del progreso se ubica en el S. XV con la invención de la imprenta y su desarrollo se ubica en los confines de la revolución francesa a fines del S. XVIII y, para el S. XIX se observa su afirmación total. Este proceso se vio favorecido por una gran cantidad de eventos que, en términos generales,

“…fue impulsada por dos grandes motores: Primeramente, al integrarse al profundo movimiento de reafirmación religiosa que vivieron las sociedades europeas tras la gran sacudida que representó la Reforma. Pero también, y no es lo menos importante, porque entonces también arrancó la revolución científica, que a partir de Copérnico y sobre todo con Kepler, Galileo, Descartes, Newton, conformaría la base sobre la cual se habrían de fundar el optimismo iluminista y su afirmación del progreso como hilo conductor de una historia que se lanza hacia un futuro siempre mejor”[2]


La idea de progreso que implica un adelanto en las ciencias y las técnicas, se afianza de 1620-1720, pero para 1740 se empieza a generalizar y se inmiscuye en los casmpos de la historia, la filosofía, y la economía política. De esta manera, podemos encontrar los siguientes autores, en orden de aparición: Para el S.XVII Bossuet, Bacon, Descartes; S. XVIII Voltaire, Turgot, Condorcet; S. XIX Fichte, Comte, Darwin, Spencer, por lo que, “…sería mejor hablar de ideas de progreso, compuestas por elementos extremadamente complejos y variables, así como también de variable madurez.” [3]

Todos ellos fueron artífices de las principales implicaciones de la idea,
“1) el curso de los hechos (naturales e históricos) constituye una serie unilineal; 2)todo término de esta serie es necesario en el sentido que no puede ser diferente de los que es; 3) todo término de la serie realiza un incremento de valor sobre el precedente; 4) toda regresión es aparente o constituye la condición de un P. mayor.” [4]

Durante el S. XIX se afirma el concepto con: la búsqueda de leyes; la enunciación de que el progreso es de índole económica y social en una producción creciente de fuerza y bienestar social; se niega el regreso al pasado. Aunque la revolución significa una ruptura los revolucionarios subsanan este problema con la inauguración de “un nuevo calendario” que comenzaría con la proclamación de la República en 1792, lo que ocasionó, a su vez, una reacción opositora.

Por último, la idea de progreso ha desembocado en un muy importante cuestionamiento que ha ocasionado su crisis a partir de la experiencia, principalmente de las dos guerras mundiales, pues, la idea de progreso requiere de una creencia bien fincada en el futuro como algo que necesariamente depara condiciones materiales mejores,

“…el Progreso humano pertenece a la misma categoría de ideas que la Providencia o la inmortalidad personal. Es una idea verdadera o falsa y, a semejanza de aquellas otras, no puede probarse su verdad o falsedad. Creer en ella exige un acto de fe. La idea del Progreso humano, es, pues, una teoría que contiene una síntesis del pasado y una previsión del futuro. Se basa en una interpretación de la historia que considera al hombre caminando lentamente –predetentim progredients- es una dirección definida y deseable e interfiere este progreso continuará indefinidamente.”[5]






























REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Abbagnano, Nicola. Diccionario de filosofía. 3era. Ed. 1era. Reimpr. México. F.C.E. 2000.

Bury, John B. La idea del progreso. [Trad. Elías Díaz y Julio Rodríguez Aramberri]. Madrid. Alianza Editorial. (Libro de Bolsillo). 1971. 327 pp.

Friedman, Georges. La crisis del progreso. Esbozo de la historia de las ideas 1895-1935. [Trad. Del francés Marco Galmanni]. Barcelona. Editorial LAIA. 1977.

Illescas, Najera María Dolores. Un haz de reflexiones en torno al tiempo, la historia y la modernidad. México. Universidad Iberoamericana. 1995. 458 pp.

LeGoff, Jacques. Pensar la historia. Modernidad, presente y progreso. 1era. Reimpr. Barcelona. Paidós. 1997. 270 pp.

Nisbet, Robert. Historia de la idea de progreso. Barcelona. Gedisa Editorial. 1991. 494 pp.


[1] Bury, John B. La idea del progreso. [Trad. Elías Díaz y Julio Rodríguez Aramberri]. Madrid. Alianza Editorial. (Libro de Bolsillo). 1971. P. 29

[2] Illescas, Najera María Dolores. Un haz de reflexiones en torno al tiempo, la historia y la modernidad. México. Universidad Iberoamericana. 1995. P. 58
[3] Friedman, Georges. La crisis del progreso. Esbozo de la historia de las ideas 1895-1935. [Trad. Del francés Marco Galmanni]. Barcelona. Editorial LAIA. 1977. p.13

[4]Abbagnano, Nicola. Diccionario de filosofía. 3era. Ed. 1era. Reimpr. México. F.C.E. 2000. p. 957

[5] Bury, John B. Op. Cit. p. 17

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